Manuela y Paula se conocieron en la universidad. Las dos venían de un pequeño pueblo del interior y llegaron a Castellón con ganas comerse el mundo pero sin un sitio para vivir. El primer día que se conocieron, en la presentación de la carrera, congeniaron, se dieron los números de teléfono y con el tiempo se hicieron grandes amigas, así que cuando tuvieron que empezar a llamar a las puertas de agencias inmobiliaria en Castellón, no dudaron en hacerlo juntas.
Encontraron un piso de alquiler para compartir al lado de la universidad que se convirtió en su santuario de confidencias y alguna que otra fiesta, hacía ya 5 años que vivían allí juntas pero desde que Manuela acabó la carrera y conoció a Diego había estado planteándose independizarse de Paula.
Diego trabajaba y Paula iba haciendo prácticas dónde la llamaban, cobrando poco pero cogiendo la experiencia suficiente para convertirse en una estrella y no estrellarse antes de tiempo, así que no podía afrontar un gasto demasiado elevado aunque tuviera la solvencia de Diego. Primero se plantearon alquilar otro piso para ellos, pero los que les gustaban tenían una cuota de alquiler que no podían pagar y empezaron a mirar pisos para comprar.
Unos amigos les habían dicho que apostaran por pisos de bancos en Castellón porque gastarían mucho menos, por lo que fueron a una inmobiliaria acreditada para la venta de inmuebles de banco y preguntaron por la oferta. Se sorprendieron cuando comprobaron que los pisos no eran más baratos, ¿no les habían dicho sus amigos que podrían gastar menos?
Ana, la agente inmobiliaria que les atendió, les explicó las ventajas reales de comprar viviendas de bancos; y entendieron que era cierto que iban a gastar menos pero en los trámites y los gastos de la hipoteca, no tanto en el precio del inmueble.
Les pareció una buena oportunidad y empezaron a mirar posibilidades. Lo que más les atrajo fue la posibilidad de pedir la hipoteca sin aval ya que no disponían de ningún otro piso y no querían que sus padres tuvieran que tomar partido.
Visitaron con Ana muchos pisos y pronto encontraron uno que encajaba perfectamente con lo que estaban buscando: pequeño, acogedor, con dos habitaciones, por si ampliaban la familia a medio plazo, dos baños, para no invadir el espacio del otro, y un pequeño balcón en el que poder tender la ropa, porque Manuela estaba ya cansada de tender dentro de casa en el piso que compartía con Paula. “Siempre huele a húmedo y la ropa no se seca nunca” discutía siempre con su amiga.
Así que lo tuvieron claro en seguida y empezaron todos los trámites de financiación. Como pudieron financiar el 100% del valor del banco incluidos los gastos, no fue necesario desembolsar una gran cantidad al principio así que pudieron destinar más dinero a la decoración y el mobiliario, cosa que a Manuela -y también a Diego aunque renegara- le hizo mucha ilusión.
Como eran jóvenes y las condiciones lo permitían, eligieron un plazo de amortización largo para que los gastos mensuales no se dispararan y poder “seguir disfrutando un poco de la vida”, sentenció Diego. Así que tenían 40 años por delante para pagar su pio, pero la cuota mensual encajaba más que perfectamente con su estilo de vida.
Cuando lo tuvieron todo listo, hicieron una mini fiesta de inauguración con Paula a quién le encantó el piso y aunque odiaba un poquito a su amiga por haberla dejado sola, se alegró mucho por ellos.
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